martes, 15 de septiembre de 2015

1793 - Diego Marín Aguilera primer español que voló

El hombre fue capaz, por primera vez, de volar a voluntad, siguiendo rumbos determinados y aterrizar a bordo de una maquina mas pesada que el aire, he aquí la veraz y portentosa historia del primer hombre que lo consiguió DIEGO MARÍN AGUILERA nació sobre 1745 en Coruña del Conde, población burgalesa muy cercana a la antigua ciudad romana de Clunia, de la que recibe el nombre, Coruña en este caso, es una degradación lingüística de Clunia.

¿Sería un aparato parecido a este prototipo de Leonardo da Vinci?
l mayor de ocho hermanos, hijo de Narciso y Catalina, fue un pastor que pasó años contemplando el vuelo de las aves y deseando surcar los cielos como ellas. Mecánico habilidoso, era capaz de reparar cualquier cosa, por lo que no era extraño que fuera requerido para arreglar, o incluso mejorar, diversos molinos y batanes, además de inventar artilugios para serrar mármol y tratar lino. Toda su experiencia con máquinas le sirvió para idear un aparato volador capaz de marchar contra el viento. Tras muchos años de estudios y pruebas, construyó una especie de águila gigante, con alas de más de dos metros hechas con varillas de hierro y cubiertas con plumas en una disposición similar a la que habían contemplado en las aves. Las alas estaban provistas de un sistema articular que permitía controlar la nave, que constaba también de un remedo de fuselaje de madera, en el que se acomodaría el piloto, capaz de controlar las articulaciones de las alas y de la cola por medio de manivelas y estribos. Hay que descubrirse ante tal ingenio, verdaderamente adelantado a su tiempo, una genialidad que no pudo haberse basado en nada anterior, ya que no hay constancia de que nadie hubiera llegado tan lejos en el arte del vuelo con máquinas más pesadas que el aire hasta entonces. Si acaso, pudiera haber contemplado algún grabado o dibujo de Leonardo da Vinci, pero incluso esto es poco probable.
Los documentos de la época dan fe de que, la noche del 15 de mayo de 1793, Diego Marín saltó desde un risco del pueblo de Coruña del Conde, vestido con traje emplumado, pilotando su gran águila. Su confianza en el éxito de la empresa era completo, estaba convencido de que podría llegar incluso hasta El Burgo de Osma, en tierras sorianas, volando. Contemplaron la hazaña, y narraron el hecho como tal, un amigo del piloto, de nombre Joaquín Barbero, y su hermana. En contra de lo que pudiera parecer lógico, el aparato no cayó en picado al saltar sino que voló con suavidad y sin problema alguno, llegando Diego a controlar el rumbo tal y como había pensado, accionando los mecanismos de dirección del aparato. Pero, por desgracia, las piezas metálicas que tan esmeradamente había unido el herrero del pueblo siguiendo las instrucciones del aviador no fueron tan resistentes como hubiera sido necesario. Uno de los pernos metálicos en una articulación saltó de su posición cuando la nave había recorrido ya casi cuatrocientos metros desde el lugar del salto. Por fortuna, Diego Marín aterrizó con cierto esfuerzo en un terreno cercano. Temiendo lo peor, corrieron ladera abajo Joaquín, su hermana y el herrero, que finalmente se había decidido a contemplar cómo el artilugio en el que había trabajado durante semanas volaba. En medio de la noche, Diego Marín se encontraba gritando con gran enfado, acordándose entre improperios del herrero y del maldito perno del ala derecha que había puesto fin a su viaje. El siguiente paso estaba decidido, había que reparar el gran águila para volver a intentarlo, pero tal viaje nunca se llevó a cabo.
¡Cosa de brujas!
La hazaña de Diego Marín sucedía en pleno siglo XVIII, así que no habrá que imaginar demasiado para comprender la reacción del pueblo cuando se enteró de tan extraño asunto. Tal y como relató Eduardo de Ontañón en el texto que ha servido para dar comienzo a este artículo:
Bien el ruido del aparato, o la indiscreción gozosa del herrero, o el atisbar constante desde las pequeñas ventanas del pueblo, tenía despiertos a los buenos coruñeses condales, que de seguida atravesaron el puentecillo romano que separa el pueblo de las huertas y rodearon la extraña escena, a la luz de la luna. El raro aparato, su jinete vestido de plumas, el vuelo, la luna, la noche, todo les llenó de fantástica imaginación. “¡Cosa de brujas!”, dijo alguno. Y, como dados de habla, todos cayeron sobre el armatoste de plumas y hierro y lo destruyeron a la vista de su autor.

Recién nacido el siglo XIX, cuando la humanidad empezaba a contemplar con seriedad la posibilidad de volar, pocos años después de haber realizado su único intento de surcar los cielos, falleció Diego Marín, en medio de una profunda depresión y tristeza desde aquella noche. Sus vecinos convirtieron la gesta en motivo de burla, no se le permitió reparar su querida águila mecánica y, entre el miedo supersticioso y la ignorancia, el sueño de un pastor castellano genial, terminó sepultado en las brumas del tiempo, mientras las enciclopedias y los libros de historia recuerdan a otros grandes nombres de los inicios de la aviación que, en ambientes más favorables, lograron dar forma al sueño de volar como las aves. Hoy, tras más de dos siglos en el olvido, renace el recuerdo de Diego Marín para dar nombre a un centro de enseñanza burgalés y, a modo de sentido homenaje, en el lugar desde el que voló este pionero, el Ejército del Aire español ha levantado un monumento al primer aviador español en forma de avión reactor Lockheed T-33 Shooting Star.


Dada la humilde condición de este primer aeronauta, este hecho histórico no fue suficientemente divulgado, quedando relegado al olvido, lo que fue aprovechado con posterioridad por figuras de relumbrón de la nobleza europea y pseudo –científicos para intentar arrogarse la autoría de este evento, llegando a arrebatarle, en algunos casos por desconocimiento, esta primacía, de tal forma que si consultamos en diferentes textos veremos que en cada uno se nos da un pionero de la aviación, así podremos ver con posterioridad a Diego Marín figuras como:
– André-Jacques Garnerin que el 22 de Octubre de 1.797 saltó en paracaídas sobre París desde un aerostato, ya teníamos, otra vez, a un paracaidista diciendo que había sido el primero en volar.
– El extravagante barón inglés Sir George Cayley, quien en 1.849 creó un artefacto denominado “paracaídas dirigible” mediante el cual transportó dentro de una jaula, durante algunos metros a un niño de 10 años, hijo de uno de sus sirvientes.
– Henri Giffard, quien en 1.851 acopló un motor de vapor a un globo, desarrollando así un primer dirigible, pero no sería hasta 1.898 cuando estos artefactos se independizaron totalmente del capricho de los vientos con Dumont y Zeppelin
– John Montgomery, quien aunque no está muy documentado, parece ser que voló 200 metros en 1.884 en Oakland, estrellándose el planeador contra el suelo tras este breve recorrido.
– Otros textos atribuyen a Otto Lilienthal esta primacía en el arte de surcar el aire, ya que el 29 de Junio de 1.895 consiguió volar a bordo de un planeador más rudimentario que el de Diego Marín, pero este ya había volado, como hemos visto, 102 años antes y con un aparato mas perfeccionado. Como el artefacto de Lilienthal carecía de mandos de gobierno se estrelló en uno de sus saltos, y cuando era extraído agonizante de los restos de su planeador dicen que exclamo: ¡Hacen falta víctimas!, frase que fue utilizada como línea de conducta, años mas tarde, por los alemanes.
– Ya en el siglo XX, unos fabricantes de bicicletas norteamericanos, los hermanos Wright acoplaron un motor de explosión a un planeador del tipo Lilienthal, por lo que son reconocidos por algunos como padres de la aviación moderna, pero en ningún caso como los primeros en volar
Monolito que recoge la hazaña de Diego Marín en el aeropuerto de Burgos

Este injusto olvido, durante siglos, de la gesta de Diego Marín Aguilera ha sido honrosamente enmendado últimamente y así lo han reconocido:
– El Ministerio Español de Educación y Ciencia, fundando un Instituto de Enseñanza Secundaria con el nombre de este héroe.
– El Ejercito del Aire de España que ha erigido un monumento con un moderno avión reactor en el mismo sitio donde Diego Marín inició su vuelo, en su base puede leerse: “El Ejercito del Aire al primer hombre que voló”.
– La Real Academia de Ingeniería de Madrid, en el discurso: “Arte, Ingenio, Ciencia y Técnica en los Proyectos Aeroespaciales” del académico, Excmo. Sr. D. José Luís López Ruiz
– La Escuela Técnica Superior de Ingenieros Aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Madrid
– El grupo de Investigación DIEMAG, (Siglas de Diego Marín Aguilera), del Departamento de Ingeniería de la Universidad Politécnica de Madrid, que escogió este nombre en honor de este desconocido héroe de la pretecnología.
– Televisión Española que en su programa “Al filo de lo imposible” rememoró la hazaña de Diego Marín, culminando su vuelo hasta Burgo de Osma, Soria, y regreso en un aparato similar tripulado por Laureano Casado.
– El cineasta español Fidel Cordero que con su película: “La Fabulosa Historia de Diego Marín”, protagonizada por: Martxelo Rubio, Alicia Borrachero, y Txema Blasco, ha concursado en diferentes certámenes internacionales.
– El Real Aero Club de Burgos, que tampoco presenta dudas al afirmar que Diego Marín Aguilera fue el primer hombre en volar con un aerodino construido por el mismo.
-El Ministerio de Fomento de España (AENA) y el Excmo. Ayuntamiento de Burgos que con un monolito a la entrada del aeropuerto de Burgos recuerdan a este primer aviador y le rinden homenaje.


https://burgospedia1.wordpress.com/2010/01/19/diego-marin-aguilera-el-primer-hombre-que-volo/

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