22 de septiembre de 1946. La tripulación del flamante DC-4 posa en el aeropuerto de Barajas, antes de iniciar su primer vuelo transatlántico (Iberia / Fototeca Paloma Jose Julio) |
Además, y por primera vez, el vuelo incorporaba tripulación auxiliar femenina, siendo las azafatas Maria Encarnación (“Marichín”) Ruiz de Gámiz, Pilar Mascías, María José Ugarte y Ana Marsans. Curiosamente, antes de la guerra, en la aerolínea estatal LAPE (Líneas Aéreas Postales Españolas), se intentó incorporar camareras de élite para su mejor ruta europea, París – Madrid, pero el experimento no llegó a cuajar. César Gómez Lucía, director de aquella compañía al igual que después lo sería de Iberia, y buscando un término más adecuado que el de provisora, tal como le había sugerido la RAE, decidió llamarlas azafatas, nombre que derivaba del de las camareras de las reinas moras, as-safat, y del joyero o canastillo donde portaban sus joyas.
Douglas DC-4 en vuelo. Hasta siete de estos robustos cuatrimotores operó Iberia entre 1946 y 1968, sin accidentes dignos de mención (http://www.juancarlosdiazlorenzo.com/) |
Y ahora, por primera vez, después de la guerra, las flamantes azafatas volarían en los vuelos transatlánticos, estrenando cargo y nombre. Chicas de alta sociedad, con conocimiento de idiomas y sin miedo a volar. Verdaderamente un trabajo de puro equilibrio ideológico en aquella sociedad de los años cuarenta, aun inmersa en el más puro falangismo y su Sección Femenina…aquella que entonces decía que la misión primera de la mujer estaba en el hogar y a cumplir su condición de madre. La verdad es que todo aquello tenía poco espacio en la cabina de aquellos cuatrimotores…
El DC-4 (tenía una autonomía de 5.000km) EC-DAQ, con las 28 personas (El precio del billete fue de 7.250 pesetas. Al alcance de muy pocos) a bordo y las suficientes divisas en dólares y pesos argentinos para cumplimentar gastos oficiales e imprevistos que se presentaran, obtenidas con mucho esfuerzo del Instituto Español de Moneda Extranjera, despegó el 22 de septiembre de 1946 del aeropuerto de Madrid-Barajas, efectuando una primera escala para repostar en Villa Cisneros, en el entonces Sáhara Español, aquella misma tarde. Desde allí, con los tanques llenos, el avión se adentró en la noche, rumbo a América, a una altitud de crucero modesta, mil quinientos metros, tal como permitía su cabina sin presurizar.
noche era tranquila y el cielo estaba despejado, así que el avión español avanzaba de forma cómoda. En el amanecer del siguiente día, el radiotelegrafista anunció la señal del faro de Natal. Se aproximaban a la costa brasileña. Como en una mirada hacia el primer viaje colombino, alba de América tras un excelente vuelo sobre el Atlántico Sur, con una tripulación que efectuaba por primera vez un cruce de estas características. Triunfalmente y muy ufanos, los pilotos aterrizaron en una base aérea militar. Lo malo es que, por increíble que parezca, nadie había hecho trámite alguno ante las autorizaciones brasileñas y hubo que iniciar, aprisa y corriendo, con la ayuda de la anonadada Embajada Española, una nueva escala hasta Río para regularizar el vuelo y tener los papeles en regla de aquel magnífico avión que se había presentado, como Pedro por su casa, en país extranjero.
Tras buscarse la vida para hospedar al pasaje con el dinero disponible, al día siguiente, en pleno vuelo hacia Río de Janeiro, aeropuerto del que los comandantes no tenían procedimientos de aproximación y, en vista de los avisos de la torre de que la niebla era muy espesa en la zona, se les planteó la opción de buscar aeropuerto alternativo. Era este el del municipio de Pelotas, a 250 kilómetros de Porto Alegre. El combustible se estaba acabando y la niebla era de las que se podían cortar, pero la idea del aeropuerto alternativo no convencía a Gómez Lucía, que clarividente ya imaginaba los chascarrillos y demás chanzas satíricas en España sobre que todos ellos habían aterrizado en Pelotas. Así que le dijo a Teodosio Pombo que intentara el aterrizaje en Río y que fuera lo que Dios quisiera. Pombo encontró un claro y logró posar el avión en aquel aeropuerto tras una aproximación de verdadero infarto. No podía ser menos.
Por fin, al día siguiente, 25 de septiembre, se alcanzó Buenos Aires, tras aterrizaje en el aeropuerto de Morón y ante una enfervorizada multitud que los vitoreaba. En total, 36 horas de vuelo. En 1926, el Plus Ultra había cruzado por primera vez el Atántico Sur. Veinte años después, Iberia era la primera aerolínea europea que llegaba a la capital porteña tras la guerra.
El 8 de octubre el DC-4 despegó hacia España, con comisión oficial de militares argentinos a bordo, aterrizando en Barajas el 10 por la tarde, tras escalas en Recife y Villa Cisneros. La Línea del Plata, como se llamaría a partir de entonces, quedaba abierta. el 15 de octubre de aquel mismo año partiría el primer vuelo de línea regular Madrid-Villa Cisneros-Natal-Montevideo-Buenos Aires, con código 1215, capacidad para 24 pasajeros y frecuencia cada diez días en principio, aunque el número de plazas y de asientos aumentó progresivamente.
Pilotos y descendientes de pilotos, admiran la capacidad de aquellos profesionales que dirigían los aviones casi sin ayuda y que hasta se podían llegar a sentir minúsculos ante la inmensidad del cierro y la tierra.
https://b.marfeelcache.com/www.cerodosbe.com/es/transportes/aerolineas/cuando-iberia-volaba-con-codigo-morse-y-a-400-km-h_18664_102.html?marfeeltn=amp
https://elpais.com/internacional/2016/09/21/argentina/1474479664_032504.html
http://www.aerohispanoblog.com/redescubriendo-america-70-anos-del-primer-vuelo-transatlantico-de-iberia/
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